A diferencia de la cultura griega, que estaban en búsqueda de la perfección y el idealismo, la cultura romana se caracteriza por ser pragmática y estratega. Aunque retomaron los principios creados por los griegos, adaptaron éstos a sus necesidades, mezclándolos y creando un estilo muy particular que ha perdurado a través de los siglos.
Eso se evidencia en la mitología, en la cual adaptaron las deidades y seres mitológicos, cambiando sus nombres y adaptando sus acciones a su propia cultura.
La base de su arquitectura son los arcos, los cuales servían para en la creación de acueductos que transportaban el precioso líquido a través de su vasto territorio. Además fueron usados en la construcción de obras grandes y de varios pisos, sobreponiéndolos. Un excelente ejemplo es el Coliseo, el cual fue construido bajo el emperador Vespasiano.
En el año 405 d.C., gracias a un cambio climático, el río Rin, en el norte del territorio actual alemán, se congela, por lo que las tribus bárbaras se mudan hacia el sur de Europa para poder sobrevivir. Atacan, saquean e invaden el Imperio Romano del Occidente, menos privilegiado que su Imperio hermano. A partir de eso, la cultura romana sufre grandes cambios, ya que la población es obligada a abandonar su territorio y buscarse nuevo refugio.
Se construyen pequeños núcleos de población alrededor de la torre de vigilancia y la casa de noble. Hasta el año 800 d.C. existen muchos núcleos, los cuales se atacan entre sí. A éste periodo, en el que se pierde la cultura, se le denomina la Baja Edad Media.
Con el tiempo, los cristianos oprimidos por el los romanos, constituyen una parte poderosa de la población europea, por lo que los romanos deciden aliarse con ellos. Aparecen las abadías y la religión cristiana juega un papel muy importante en su vida. La economía y demografía crecen drásticamente, gracias a los avances en la agricultura, ganadería y la religión. El pueblo es regido por los monjes, el papado y los reyes. A este periodo se le llama la Alta Edad Media.
La arquitectura románica se caracteriza por su apariencia austera exterior, sus paredes gruesas, la poca altura y la oscuridad. Sin embargo, el interior de las construcciones está relativamente ostentoso. Se retoman algunos elementos clásicos y aparece la cruz latina como nave. Se identifican muchos elementos de origen celta. La arquitectura representa de alguna manera la situación social de su época: una sociedad oprimida por la religión.
La pintura y la escultura asumen una función moralizadora, tomando como motivo pecados y castigos con origen de pasajes bíblicos.
La escultura es supeditada, es decir, peada a la construcción y se caracteriza por su simetría, isocefalia, rigidez, el hieratismo y el alargamiento del color.
En la pintura prevalece la pintura plana, encontramos colores pura, armonía cromática y una luz uniforme. Se aprecian ciertas influencias musulmanas.
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